Acababa de terminar la emisión de Fariña cuando Nacho Carretero me contó que estaba embarcado en un libro sobre la vida de Pablo Ibar. Yo conocía muy por encima su historia y le pedí, más por curiosidad que por otra cosa, que cuando lo tuviese terminado me dejase leer el manuscrito. Unas semanas después lo recibí en mi email. Abrí el archivo y ya no me despegué de la pantalla hasta que lo terminé. Me sobrecogió la historia de Pablo, la injusticia, el dolor, imaginarme a un ser humano, inocente o culpable, encerrado media vida literalmente a la espera de una ejecución… pero sobre todo me sobrecogió la historia de su familia. La historia de unos padres, hermano y mujer que han dedicado toda su vida a demostrar su inocencia. Una familia que de alguna manera ha pasado en el interior de esa celda los mismos años que Pablo. Esta es una historia de amor: amor a un hijo, amor a un hermano, amor a un marido… En ese momento me di cuenta que teníamos que contar esta historia para que la máxima gente posible la conozca.
Empezamos a escribir los guiones de la serie al mismo tiempo que comenzaba el último juicio a Pablo. Durante el rodaje, que nos llevó hasta Panamá para recrear los exteriores de Miami, recibimos el varapalo de la sentencia en la que le declaraban culpable de nuevo. Durante la fase de postproducción nos llevamos la alegría… curioso alegrarse de algo así… de que le condenaban a cadena perpetua.
Todos, desde el director Carlos Marqués Marcet hasta mi coproductor ejecutivo Diego Sotelo, pasando por el reparto encabezado por Miguel Ángel Silvestre, hemos intentado ser fieles a la realidad; conscientes de que la historia que teníamos entre manos hablaba de personas que a día de hoy siguen sufriendo. Esperamos, con esta serie, aportar nuestro pequeño grano de arena para que esta injusticia algún día termine.
Porque ya no es una cuestión de que Pablo sea inocente o culpable… es una cuestión de que no hay pruebas suficientes para condenarlo.
